Ciudad de grandes y antiguas costumbres; todas salpicadas de mar y deporte; y el museo del titanio que guarda grandes exposiciones, mientras en el otro lado de la ciudad las frías y fuertes aguas del Cantábrico caen con furia sobre sus rocosos acantilados. Los viejos y destartalados caseríos dejan paso a gigantescas torres de Babel. Bilbao sin lluvia es como un mar sin olas. El gentío abarrota las tascas, pinchos de tortilla, banderillas cervezas... y nada más terminar, las calles atestadas de muchedumbre vestida de rojo y blanco. Los feligreses acuden con fervor a La Catedral, pues hoy es domingo, el día del Señor y del fútbol.
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